Tengo o he leído noticias que por fin te van hacer un lavado de cara, ojalá y fuera pronto, aunque ya no es lo mismo. Resulta que tú extensión ha ido inversamente proporcional al crecimiento de la población; Cuanto más ha crecido el tamaño de esta, más disminuida te han dejado.
La noticia me da lugar para expresarte Victoria, lo mucho que me acuerdo de tu figura y lo que te he apreciado toda mi vida. Pues, en tu cuerpo di mis primeros pasos y nunca en mi pensamiento me he separado de ti, aunque haya estado ausente dos largas temporadas, que ninguna fue por mi gusto, una porque me llevaron obligado al servicio militar y otra porque me encerraron en la época franquista por mi lucha contra el régimen.
Vamos al grano Victoria. Yo nací en calle Cielo 50, zona influenciada por tus dominios y recuerdo desde que tenía uso de razón haber disfrutado bajo tu atenta mirada acompañado de mi Papá Juan, mi abuelo materno. Toda mi vida, por una o por otra causa ha trascurrido en torno a tu figura, pues he trabajado cuarenta años en la bodega que estaba enfrente al instituto Pedro Muñoz Seca. Una vez jubilado, como por motivos de salud tengo la necesidad de andar (aunque para este menester me gusta más las Dunas de San Antón y el paseo del Aculadero, cala de playa entre La Puntilla y “La Colorá”) no puedo dejar pasar una semana sin hacerte una visita y despotricar contra aquellos que te mutilaron dejándote mermada en más de la mitad de tu superficie.
En mis mudos monólogos, se me ocurre que me gustaría saber escribir con frases de poeta para brindar al mundo la posibilidad de dar a conocer todos tus recuerdos y confidencias sobre tus glorias y penas, que yo sé que éstas últimas fueron más. Tu hermosura nos la mostraba antes de entrar en ti, presidiendo tu entrada cuatro cariátides sin arquitrabe que sostener; solo sosteniendo, la inmensidad del espacio. Estas esculturas representaban las cuatro estaciones del año, que por fortuna, después de haber ornamentado el chalet de algún munícipe colaborador del régimen anterior, se encuentran hoy depositadas en el museo municipal para su restauración. Entrando, hay aunque no como entonces, un estanque circular que tenia un hermoso macetón de aneas poblada de barbos de colores. Aun hoy, a la izquierda tenemos un coqueto edificio con aire bizantino construido para caja de aguas.
El operario celador de sus instalaciones se llamaba Señor Troncoso de apellido, creo que manco del brazo izquierdo. Conocí el lugar por dentro porque mi abuelo de cuando en cuando, echaba un cigarrito con él. Dentro del edificio había como un pozo cuadrado lleno de agua y en su alrededor una baranda protegiendo un pasillo donde se manipulaba la instalación. Como anexo a este edificio hay otro de escaso valor arquitectónico que albergaba una imagen venerada por los caminantes. Aún se puede destacar el herraje forjado a base de yunque y mandarria, bastante deteriorado y no por el paso del tiempo, sino por la acción de los cafres. A la derecha, había como una especie de alberca con paredes altas para regar el vivero que se encontraba donde hoy esta ubicado parte del Instituto Muñoz Seca. Este vivero lo presidía la casa del jardinero encargado de velar y cuidar tus jardines. Recuerdo que se llamaba Manuel pero pese a su edad avanzada todo el mundo lo llamaba ¡Manolito!
No cabe duda que este hombre era un enamorado de ti, Victoria. Aunque los niños le teníamos un falso respeto, él nos quería. Sucedía que en tus bordes sobre todo el izquierdo junto a la capilla había y hay unos árboles que nosotros le llamábamos mesitos y producen unos frutos comestibles de sabor agradable (al menos para los niños de aquella época) en forma de bolitas de tamaño de las perlas de un collar. Otros árboles que tenían nuestra atracción eran las acacias, conocida por nosotros como “niños llorones”, que en primavera producían flores blancas, muy apetitosas a nuestro paladar, hoy absolutamente desapercibidas.
Manolito que no nos dejaba subir a los árboles más por el peligro que corríamos que por el daño que podíamos ocasionar, le cogíamos las vueltas y mientras él faenaba o iba a “visitar los sagrarios”, quiero decir tomar la copa en distintas bodegas, pues próximo a ti, paseo, habían cuando menos cinco bodegas y con todas conservaba el buena amistad, de forma que cuando regresaba ya venia alegrote. La mujer se desgañitaba cuando nos veía trepando sobre los árboles, gritando, ¡Manolo Manolito! Los niños... A veces salía con un palo solo para amagar, pues jamás me enteré que ninguno de los dos pegara a un crío. Otra de las fechorías que le hacíamos era comernos las naranjas de unos mandarinos que estaban detrás de la casa.
Ni que decir tiene, la alegría que tu experimentabas cuando veía entrar a los pequeñines de la mano o en cochecitos acompañados de sus abuelos, abuelas o muchachas niñeras. ¡Que tiempos aquellos!, Los pequeños nos distraíamos con los insectos que buscábamos por el borde de los jardines, persiguiendo a las mariposas blancas y algunas con colores picasianos. Los abuelos con sus tertulias socio-políticas de la época, probablemente sobre la caída del Dictador Primo Rivera o la recién estrenada Republica. Las abuelas, corrillo aparte, rajando de la indecencia que suponía para la mujer llevar faldas por encima de las pantorrillas, fumar o hacer trabajos de hombres. La cuestión era despellejar a toda aquella que por sus mentes cruzara.
Las niñeras vestidas con la indumentaria impuesta por las señoritas de turno, las cuales con sus uniformes iban demostrando si las familias a quien servían eran ricas o pretendidas, pues unas iban primorosamente vestidas con faldas tableadas y camisa formando un conjunto, su delantal blanco con un lazo detrás y una cofia. Mientras que la pretendida le ponían a las muchachas unos uniformes lacios y brillantes por el uso.
Los soldados que hacían la guardia en tu vecino penal, en sus horas libres merodeaban por el lugar para intentar ligar con alguna guapa muchacha. Ellas ojo a los niños y paliqueando o rechazando al oportuno don Juan enamorado.
A veces pedíamos a los acompañantes que nos llevaran al estanque en forma de cruz casi a ras del pavimento, con varias casetas y plataforma de madera flotando en el agua para darles cobijo a los patos que allí vivían y echarles de comer los restos de pan que nos sobraban del bocadillo o merienda, otras para que nos llevaran a una fuente con un grifo de agua potable que había al final del merendero, para aplacar la sed o lavarnos las manos. El merendero era muy alegre, situado entre el vivero y el estanque de los patos en dirección al bosque de eucaliptos y ramas de solano, que era la vegetación que ocupaba todo el espacio que había entre el vivero y la valla de la estación de ferrocarril y entre la Avenida de la Estación (antaño Camino de Urdax) y el recinto del antiguo penal.
El merendero era de unos sesenta metros de largo por cinco de ancho aproximadamente, con asientos corridos de mampostería a ambos lados, desde donde arrancaban los arcos de tubos y pletinas en forma de carpanel, el cual hacia que se pareciera a un túnel.
Cuando en verano se cubría de enredaderas, te ofrecía un frescor primaveral y una oscuridad invernal. ¡Que bonito!
Manolito el jardinero era un hombre extraordinario, sabia darle a cada uno su sitio, nunca mejor dicho, permitía que los niños mayores incluso hombres jugaran en un campo improvisado detrás de la fuente cascada al fútbol, el mocho y la villarda y a todos los juegos que pudieran hacer daño a los paseantes y a los jardines. Este sitio hoy como más de la mitad de tu cuerpo te los robo el “progreso”.
También, las pandillas de chavales de distintos barrios se desafiaban la supremacía de ganadores haciendo guerrillas con piedras, tirachinas y otros juegos. Más de una vez visitaban el Hospital “San Juan de Dios”, con heridas o llegaban a sus casas con un buen chichón.
El lugar de preferencia de estos intrépidos, más bien locos, estaba entre el recinto de maniobra del ferrocarril y el bosque de eucaliptos de tu cinturón, estando por medio como zona a conquistar El Camino de Rodrigañez.
Pero también te acordaras de las parejas de tórtolos y no tan tórtolos que te hacían compañía cuando se ocultaba el sol, brillaban las estrellas y entonaban las aves nocturnas sus graznidos (sobre todo, los búhos y las lechuzas) que con sus indiscreciones daban grandes sustos a los Romeos.
-¿Tu te enorgullecía Victoria, cuando sentía o veía que en tu propio cuerpo las parejas de enamorados se acariciaban o culminaba la tarea, haciendo el amor?
-¡que alegre era todo!.
-¿Probablemente habrán nacido muchos críos concebidos bajo tu atenta mirada?
-¡y me hubiera gustado que por nombre le hubiesen puesto Victorino o Victoria!
-Por aquella época, modestia a parte, yo era tan hermosa y amplia que difícilmente se podía identificar a una persona de un extremo a otro de mi recinto.
-Pero si los pajarillos que yo crié pasaran hoy por encima de mí y vieran lo ridícula que me han dejado, yo me cortaría de vergüenza ante ellos cómo una eclesiástica desnuda. En la actualidad, no verían más que asfaltos de carreteras, explanadas y techos del Instituto.
-¿Recuerda Victoria que entre las aves que tú albergabas había una fauna numerosa entre diurnas y nocturnas?
-En mi seno nacían unos jilgueros que no emigraban. Le llamaban Victorios, los entendidos decían que se distinguían de los demás, porque tenían el pico mas largo y cantaban mejor.
-Pero... he preferido recordar primero lo agradable de tu historia y dejar en segundo plano lo desagradable. Yo sé que lo lisiada que te dejaron no hicieron en ti tanta huella, ni tanto dolor como el que te ha infringido tu ex vecino penal, conocido en todo el mundo como el maldito penal de El Puerto.
-Por tus arterias, pasaban todos los familiares de los recluidos en esa maldita casa. Por tu cinturón, sobre todo por la parte del ferrocarril, camino de ida y vuelta, las interminables cuerdas de presos en dirección al suplicio.
-También por la otra parte de tu cinturón, cruzando la antigua nacional IV, conentado con la carretera de Sanlucar; camino del cementerio, percibiste los desfiles de difuntos salidos del penal ocasionado por el hambre, las plagas y la miseria.
-¿Tu sabias que hubo al terminar la guerra civil, una población penal de cerca de seis mil hombres, donde normalmente mil ya se consideraban muy excesivos?. Pues entre el hambre y el hacinamiento morían sin que el nuevo régimen que el dictador nazi nos impuso, tuviera la menor intención de evitarlo. Un sin fin de injusticias y atropellos que te has visto obligada a observar.
-Yo sé Victoria que no te dejo hablar y quiere recordarme algo que yo me he dejado en el tintero. Te escucho:
-Como tú sabes cronista, este penal fue repartidor de desconsuelo que no de justicia,
-pues si esto fue así en época no bélica... no te quiero decir a partir de Julio de 1936.
-A mi se me evaporaron los chorritos de agua cristalina que se derramaban sobre sus cascadas. Se me secaron las fuentes: la de la anea y de los peces de colores, otras de menor tamaño y el estanque en forma de cruz que también se seco. Los patos deambulaban por el vivero con un futuro muy incierto. Ya los niños principales valuarte del encanto que yo para mi conservaba, no venían a jugar. Solo sentía dolor y rabia contenida. Pues repito: por mis alrededores pasaba de ida y vuelta, mas de ida que de vuelta grandes cuerdas de presos, la mayoría, por sus ideales en defensa de la Republica. Te recuerdo este episodio porque si en tiempos normales me escandalizaba, a partir del 18 de Julio del 1936 me ruborizaba.
-¿Te imagina lo que por mi mente pasaba, cuando sentía de madrugada el rugir de los motores de aquellos vehículos? Unos vacíos y otros cargados con los asesinos -entre ellos un cura- con dirección a la puerta del penal para sacar a los presos cobardemente amarrados y llevarlos al lugar donde los iban a matar. Este lugar lo cambiaron por lo menos tres veces: la primera fue en la fachada del Cementerio, precisamente en la pared izquierda de la puerta principal. Después, a la altura del Rancho Lacanal en la carretera de Sanlucar y por ultimo, en la “Trocha” camino terregoso que se iniciaba en dirección a Jerez donde hoy esta el Parque de AquaSherry.
- Todo esto con el silencio de la noche lo sentía, no lo veía. Vuelvo a lo que he visto y sentido, pues me dijiste que por mis venas pasaban todos los familiares que iban de ida y vuelta al Penal. Ésta circulación de personas, con los nuevos acontecimientos. Se multiplico con familiares de los secuestrados para llevarles las viandas a sus seres queridos y de paso saber de el, cosa que nunca era posible.
- A propósito del cura que iba en la comitiva de madrugada. ¿Cómo un sacerdote representante de Dios en la tierra podía colaborar con quien no respetaba el quinto mandamiento nada menos que de la Ley de Dios?. Si ustedes negaban y aún niegan los sacramentos a los que por desesperación, voluntariamente se quitan la vida, alegando que sólo Dios puede disponer de la vida humana en la tierra. Me podrá decir el “mandado de Dios” que lo hacia bajo la amenaza de correr la misma suerte que los que iban a asesinar. De acuerdo. ¿Pero tu representante de Dios en la tierra que tanto predicas la excelencia de otra vida, cómo te prestabas a colaborar con semejantes crímenes, si al fin, iría a reunirte con quien apasionadamente deseaba? .Cuando esto acontecía no-tenia forma de quedarme dormida, pues sabia lo que me esperaba al día siguiente. ¿Te imaginas ver al regreso a las madres, esposas, hijos o algún familiar de los que traían al penal el desayuno a sus seres queridos, cuando volvían con un hato de ropa, sollozando y aguantados por otras personas que también volvían del mismo menester, pero que aun no le había tocado a ellos?.
-Todos mirando sin consuelo en dirección al cielo pretendiendo hablar con alguien, pero este se escondía, si es que no era colaborador con su silencio. Las escenas no podían ser más desgarradoras. Ver tanto dolor, unos que habían perdido a algún miembro de su familia y otros u otras que podían perderlo al día siguiente.
-¿Pero no me hablas de tus veladas patronales y tus trasnoches fériales, si te agradaban o aburrían?
-Narrador, aquello era circense sin pan. Te recuerdo, que en la época de las fiestas los años de la guerra y principio de los cuarentas, las personas morían de inanición por las calles y cuando se celebraron las primeras noches de feria rondando el año 1946, todavía había cartillas de racionamiento.
-Y hay más- ¿cómo me iba a sentir feliz si mientras en mi espacio se producían las algarabías, en casa de mis vecinos chorreaban las lagrimas de dolor?.
-Muchas gracias Victoria, por fortuna ha desaparecido el clavo que tenia hincado en tus entrañas y si miras para el lugar, te podrá recrear en uno de los edificios del más puro ojival o gótico que existe por esta provincia.
-Espero que un día venga un verdadero creador de cuentos, te haga justicia y te devuelva la felicidad que un día perdiste, porque te la quitaron.
Mientras tanto, permíteme que te advierta con este humilde poema:
La noticia me da lugar para expresarte Victoria, lo mucho que me acuerdo de tu figura y lo que te he apreciado toda mi vida. Pues, en tu cuerpo di mis primeros pasos y nunca en mi pensamiento me he separado de ti, aunque haya estado ausente dos largas temporadas, que ninguna fue por mi gusto, una porque me llevaron obligado al servicio militar y otra porque me encerraron en la época franquista por mi lucha contra el régimen.
Vamos al grano Victoria. Yo nací en calle Cielo 50, zona influenciada por tus dominios y recuerdo desde que tenía uso de razón haber disfrutado bajo tu atenta mirada acompañado de mi Papá Juan, mi abuelo materno. Toda mi vida, por una o por otra causa ha trascurrido en torno a tu figura, pues he trabajado cuarenta años en la bodega que estaba enfrente al instituto Pedro Muñoz Seca. Una vez jubilado, como por motivos de salud tengo la necesidad de andar (aunque para este menester me gusta más las Dunas de San Antón y el paseo del Aculadero, cala de playa entre La Puntilla y “La Colorá”) no puedo dejar pasar una semana sin hacerte una visita y despotricar contra aquellos que te mutilaron dejándote mermada en más de la mitad de tu superficie.
En mis mudos monólogos, se me ocurre que me gustaría saber escribir con frases de poeta para brindar al mundo la posibilidad de dar a conocer todos tus recuerdos y confidencias sobre tus glorias y penas, que yo sé que éstas últimas fueron más. Tu hermosura nos la mostraba antes de entrar en ti, presidiendo tu entrada cuatro cariátides sin arquitrabe que sostener; solo sosteniendo, la inmensidad del espacio. Estas esculturas representaban las cuatro estaciones del año, que por fortuna, después de haber ornamentado el chalet de algún munícipe colaborador del régimen anterior, se encuentran hoy depositadas en el museo municipal para su restauración. Entrando, hay aunque no como entonces, un estanque circular que tenia un hermoso macetón de aneas poblada de barbos de colores. Aun hoy, a la izquierda tenemos un coqueto edificio con aire bizantino construido para caja de aguas.
El operario celador de sus instalaciones se llamaba Señor Troncoso de apellido, creo que manco del brazo izquierdo. Conocí el lugar por dentro porque mi abuelo de cuando en cuando, echaba un cigarrito con él. Dentro del edificio había como un pozo cuadrado lleno de agua y en su alrededor una baranda protegiendo un pasillo donde se manipulaba la instalación. Como anexo a este edificio hay otro de escaso valor arquitectónico que albergaba una imagen venerada por los caminantes. Aún se puede destacar el herraje forjado a base de yunque y mandarria, bastante deteriorado y no por el paso del tiempo, sino por la acción de los cafres. A la derecha, había como una especie de alberca con paredes altas para regar el vivero que se encontraba donde hoy esta ubicado parte del Instituto Muñoz Seca. Este vivero lo presidía la casa del jardinero encargado de velar y cuidar tus jardines. Recuerdo que se llamaba Manuel pero pese a su edad avanzada todo el mundo lo llamaba ¡Manolito!
No cabe duda que este hombre era un enamorado de ti, Victoria. Aunque los niños le teníamos un falso respeto, él nos quería. Sucedía que en tus bordes sobre todo el izquierdo junto a la capilla había y hay unos árboles que nosotros le llamábamos mesitos y producen unos frutos comestibles de sabor agradable (al menos para los niños de aquella época) en forma de bolitas de tamaño de las perlas de un collar. Otros árboles que tenían nuestra atracción eran las acacias, conocida por nosotros como “niños llorones”, que en primavera producían flores blancas, muy apetitosas a nuestro paladar, hoy absolutamente desapercibidas.
Manolito que no nos dejaba subir a los árboles más por el peligro que corríamos que por el daño que podíamos ocasionar, le cogíamos las vueltas y mientras él faenaba o iba a “visitar los sagrarios”, quiero decir tomar la copa en distintas bodegas, pues próximo a ti, paseo, habían cuando menos cinco bodegas y con todas conservaba el buena amistad, de forma que cuando regresaba ya venia alegrote. La mujer se desgañitaba cuando nos veía trepando sobre los árboles, gritando, ¡Manolo Manolito! Los niños... A veces salía con un palo solo para amagar, pues jamás me enteré que ninguno de los dos pegara a un crío. Otra de las fechorías que le hacíamos era comernos las naranjas de unos mandarinos que estaban detrás de la casa.
Ni que decir tiene, la alegría que tu experimentabas cuando veía entrar a los pequeñines de la mano o en cochecitos acompañados de sus abuelos, abuelas o muchachas niñeras. ¡Que tiempos aquellos!, Los pequeños nos distraíamos con los insectos que buscábamos por el borde de los jardines, persiguiendo a las mariposas blancas y algunas con colores picasianos. Los abuelos con sus tertulias socio-políticas de la época, probablemente sobre la caída del Dictador Primo Rivera o la recién estrenada Republica. Las abuelas, corrillo aparte, rajando de la indecencia que suponía para la mujer llevar faldas por encima de las pantorrillas, fumar o hacer trabajos de hombres. La cuestión era despellejar a toda aquella que por sus mentes cruzara.
Las niñeras vestidas con la indumentaria impuesta por las señoritas de turno, las cuales con sus uniformes iban demostrando si las familias a quien servían eran ricas o pretendidas, pues unas iban primorosamente vestidas con faldas tableadas y camisa formando un conjunto, su delantal blanco con un lazo detrás y una cofia. Mientras que la pretendida le ponían a las muchachas unos uniformes lacios y brillantes por el uso.
Los soldados que hacían la guardia en tu vecino penal, en sus horas libres merodeaban por el lugar para intentar ligar con alguna guapa muchacha. Ellas ojo a los niños y paliqueando o rechazando al oportuno don Juan enamorado.
A veces pedíamos a los acompañantes que nos llevaran al estanque en forma de cruz casi a ras del pavimento, con varias casetas y plataforma de madera flotando en el agua para darles cobijo a los patos que allí vivían y echarles de comer los restos de pan que nos sobraban del bocadillo o merienda, otras para que nos llevaran a una fuente con un grifo de agua potable que había al final del merendero, para aplacar la sed o lavarnos las manos. El merendero era muy alegre, situado entre el vivero y el estanque de los patos en dirección al bosque de eucaliptos y ramas de solano, que era la vegetación que ocupaba todo el espacio que había entre el vivero y la valla de la estación de ferrocarril y entre la Avenida de la Estación (antaño Camino de Urdax) y el recinto del antiguo penal.
El merendero era de unos sesenta metros de largo por cinco de ancho aproximadamente, con asientos corridos de mampostería a ambos lados, desde donde arrancaban los arcos de tubos y pletinas en forma de carpanel, el cual hacia que se pareciera a un túnel.
Cuando en verano se cubría de enredaderas, te ofrecía un frescor primaveral y una oscuridad invernal. ¡Que bonito!
Manolito el jardinero era un hombre extraordinario, sabia darle a cada uno su sitio, nunca mejor dicho, permitía que los niños mayores incluso hombres jugaran en un campo improvisado detrás de la fuente cascada al fútbol, el mocho y la villarda y a todos los juegos que pudieran hacer daño a los paseantes y a los jardines. Este sitio hoy como más de la mitad de tu cuerpo te los robo el “progreso”.
También, las pandillas de chavales de distintos barrios se desafiaban la supremacía de ganadores haciendo guerrillas con piedras, tirachinas y otros juegos. Más de una vez visitaban el Hospital “San Juan de Dios”, con heridas o llegaban a sus casas con un buen chichón.
El lugar de preferencia de estos intrépidos, más bien locos, estaba entre el recinto de maniobra del ferrocarril y el bosque de eucaliptos de tu cinturón, estando por medio como zona a conquistar El Camino de Rodrigañez.
Pero también te acordaras de las parejas de tórtolos y no tan tórtolos que te hacían compañía cuando se ocultaba el sol, brillaban las estrellas y entonaban las aves nocturnas sus graznidos (sobre todo, los búhos y las lechuzas) que con sus indiscreciones daban grandes sustos a los Romeos.
-¿Tu te enorgullecía Victoria, cuando sentía o veía que en tu propio cuerpo las parejas de enamorados se acariciaban o culminaba la tarea, haciendo el amor?
-¡que alegre era todo!.
-¿Probablemente habrán nacido muchos críos concebidos bajo tu atenta mirada?
-¡y me hubiera gustado que por nombre le hubiesen puesto Victorino o Victoria!
-Por aquella época, modestia a parte, yo era tan hermosa y amplia que difícilmente se podía identificar a una persona de un extremo a otro de mi recinto.
-Pero si los pajarillos que yo crié pasaran hoy por encima de mí y vieran lo ridícula que me han dejado, yo me cortaría de vergüenza ante ellos cómo una eclesiástica desnuda. En la actualidad, no verían más que asfaltos de carreteras, explanadas y techos del Instituto.
-¿Recuerda Victoria que entre las aves que tú albergabas había una fauna numerosa entre diurnas y nocturnas?
-En mi seno nacían unos jilgueros que no emigraban. Le llamaban Victorios, los entendidos decían que se distinguían de los demás, porque tenían el pico mas largo y cantaban mejor.
-Pero... he preferido recordar primero lo agradable de tu historia y dejar en segundo plano lo desagradable. Yo sé que lo lisiada que te dejaron no hicieron en ti tanta huella, ni tanto dolor como el que te ha infringido tu ex vecino penal, conocido en todo el mundo como el maldito penal de El Puerto.
-Por tus arterias, pasaban todos los familiares de los recluidos en esa maldita casa. Por tu cinturón, sobre todo por la parte del ferrocarril, camino de ida y vuelta, las interminables cuerdas de presos en dirección al suplicio.
-También por la otra parte de tu cinturón, cruzando la antigua nacional IV, conentado con la carretera de Sanlucar; camino del cementerio, percibiste los desfiles de difuntos salidos del penal ocasionado por el hambre, las plagas y la miseria.
-¿Tu sabias que hubo al terminar la guerra civil, una población penal de cerca de seis mil hombres, donde normalmente mil ya se consideraban muy excesivos?. Pues entre el hambre y el hacinamiento morían sin que el nuevo régimen que el dictador nazi nos impuso, tuviera la menor intención de evitarlo. Un sin fin de injusticias y atropellos que te has visto obligada a observar.
-Yo sé Victoria que no te dejo hablar y quiere recordarme algo que yo me he dejado en el tintero. Te escucho:
-Como tú sabes cronista, este penal fue repartidor de desconsuelo que no de justicia,
-pues si esto fue así en época no bélica... no te quiero decir a partir de Julio de 1936.
-A mi se me evaporaron los chorritos de agua cristalina que se derramaban sobre sus cascadas. Se me secaron las fuentes: la de la anea y de los peces de colores, otras de menor tamaño y el estanque en forma de cruz que también se seco. Los patos deambulaban por el vivero con un futuro muy incierto. Ya los niños principales valuarte del encanto que yo para mi conservaba, no venían a jugar. Solo sentía dolor y rabia contenida. Pues repito: por mis alrededores pasaba de ida y vuelta, mas de ida que de vuelta grandes cuerdas de presos, la mayoría, por sus ideales en defensa de la Republica. Te recuerdo este episodio porque si en tiempos normales me escandalizaba, a partir del 18 de Julio del 1936 me ruborizaba.
-¿Te imagina lo que por mi mente pasaba, cuando sentía de madrugada el rugir de los motores de aquellos vehículos? Unos vacíos y otros cargados con los asesinos -entre ellos un cura- con dirección a la puerta del penal para sacar a los presos cobardemente amarrados y llevarlos al lugar donde los iban a matar. Este lugar lo cambiaron por lo menos tres veces: la primera fue en la fachada del Cementerio, precisamente en la pared izquierda de la puerta principal. Después, a la altura del Rancho Lacanal en la carretera de Sanlucar y por ultimo, en la “Trocha” camino terregoso que se iniciaba en dirección a Jerez donde hoy esta el Parque de AquaSherry.
- Todo esto con el silencio de la noche lo sentía, no lo veía. Vuelvo a lo que he visto y sentido, pues me dijiste que por mis venas pasaban todos los familiares que iban de ida y vuelta al Penal. Ésta circulación de personas, con los nuevos acontecimientos. Se multiplico con familiares de los secuestrados para llevarles las viandas a sus seres queridos y de paso saber de el, cosa que nunca era posible.
- A propósito del cura que iba en la comitiva de madrugada. ¿Cómo un sacerdote representante de Dios en la tierra podía colaborar con quien no respetaba el quinto mandamiento nada menos que de la Ley de Dios?. Si ustedes negaban y aún niegan los sacramentos a los que por desesperación, voluntariamente se quitan la vida, alegando que sólo Dios puede disponer de la vida humana en la tierra. Me podrá decir el “mandado de Dios” que lo hacia bajo la amenaza de correr la misma suerte que los que iban a asesinar. De acuerdo. ¿Pero tu representante de Dios en la tierra que tanto predicas la excelencia de otra vida, cómo te prestabas a colaborar con semejantes crímenes, si al fin, iría a reunirte con quien apasionadamente deseaba? .Cuando esto acontecía no-tenia forma de quedarme dormida, pues sabia lo que me esperaba al día siguiente. ¿Te imaginas ver al regreso a las madres, esposas, hijos o algún familiar de los que traían al penal el desayuno a sus seres queridos, cuando volvían con un hato de ropa, sollozando y aguantados por otras personas que también volvían del mismo menester, pero que aun no le había tocado a ellos?.
-Todos mirando sin consuelo en dirección al cielo pretendiendo hablar con alguien, pero este se escondía, si es que no era colaborador con su silencio. Las escenas no podían ser más desgarradoras. Ver tanto dolor, unos que habían perdido a algún miembro de su familia y otros u otras que podían perderlo al día siguiente.
-¿Pero no me hablas de tus veladas patronales y tus trasnoches fériales, si te agradaban o aburrían?
-Narrador, aquello era circense sin pan. Te recuerdo, que en la época de las fiestas los años de la guerra y principio de los cuarentas, las personas morían de inanición por las calles y cuando se celebraron las primeras noches de feria rondando el año 1946, todavía había cartillas de racionamiento.
-Y hay más- ¿cómo me iba a sentir feliz si mientras en mi espacio se producían las algarabías, en casa de mis vecinos chorreaban las lagrimas de dolor?.
-Muchas gracias Victoria, por fortuna ha desaparecido el clavo que tenia hincado en tus entrañas y si miras para el lugar, te podrá recrear en uno de los edificios del más puro ojival o gótico que existe por esta provincia.
-Espero que un día venga un verdadero creador de cuentos, te haga justicia y te devuelva la felicidad que un día perdiste, porque te la quitaron.
Mientras tanto, permíteme que te advierta con este humilde poema:
¿Qué té pasa a ti Victoria
paseo donde me crié,
donde nunca pude saber,
si fuiste mi amiga, madre, o novia?
¡Como me hubiera gustado
ser niño toda mi vida!
para ser de mí, tu servida
de este tu enamorado.
Sé que sufriste mucho
y poca tu diversión
triste tu procesión
pero háblame que te escucho:
Ahí va, aprendiz de poeta
escribientucho atrevido
no te ofendas por lo que digo
para ponerte en alerta.
En mi hermosa estructura
albergaba instalaciones
con espacios y sin rincones
para toda criatura.
Ahora no estoy embellecida
y te pido con dignidad
me prestes solidaridad
y no me dejes dormida.
Yo te suplico mi amigo,
que no me dejes dormir
que vigiles al consistorio
que con fines recaudatorios
se pueden acordar de mi.
No entienden de jardines
algo que es notorio
pero desde sus escritorios
siempre con buen provecho
en menos que canta un gallo
me veo cubierta de techos
La cultura es el cemento
sumándole los ladrillos
donde medran los bolsillos,
con el patrimonio vuestro..
Por eso te advierto escribiente
tengas mucho cuidado
con los del hormigón armado
que actúan sin piedad
destrozando el medio ambiente.
paseo donde me crié,
donde nunca pude saber,
si fuiste mi amiga, madre, o novia?
¡Como me hubiera gustado
ser niño toda mi vida!
para ser de mí, tu servida
de este tu enamorado.
Sé que sufriste mucho
y poca tu diversión
triste tu procesión
pero háblame que te escucho:
Ahí va, aprendiz de poeta
escribientucho atrevido
no te ofendas por lo que digo
para ponerte en alerta.
En mi hermosa estructura
albergaba instalaciones
con espacios y sin rincones
para toda criatura.
Ahora no estoy embellecida
y te pido con dignidad
me prestes solidaridad
y no me dejes dormida.
Yo te suplico mi amigo,
que no me dejes dormir
que vigiles al consistorio
que con fines recaudatorios
se pueden acordar de mi.
No entienden de jardines
algo que es notorio
pero desde sus escritorios
siempre con buen provecho
en menos que canta un gallo
me veo cubierta de techos
La cultura es el cemento
sumándole los ladrillos
donde medran los bolsillos,
con el patrimonio vuestro..
Por eso te advierto escribiente
tengas mucho cuidado
con los del hormigón armado
que actúan sin piedad
destrozando el medio ambiente.
Francisco Artola Buzón.
22 de diciembre del 2006
22 de diciembre del 2006
3 comentarios:
Buenas noches Paco y Lola.
Soy Ana Marín.
Acabo de recibir vuestra página web a través de Juan Rincón y me ha dado mucha alegria veros desde este espacio.
Os mando un fuerte beso
Ana MArín
Ayer fué un dia duro,muy duro Lola Ibañez,la de Paco Artola, la que era ejemplo de lucha y solidaridad para tod@s dejó de luchar,se ha ido justo 70 años después de que perdiesemos la guerra,Hasta siempre compañera. Rosario Sentís
desde que tengo uso de razón, Lola y Paco han sido un ejemplo a seguir, desde pequeña siempre me hablaron de ellos, compañeros y camaradas.
Lola en los últimos tiempos sentada, nunca parada, amable y sufridora, luchadora.
decanse en paz
mariola
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